Es Hadas Fogel, de diez semanas de vida.
Su nombre no aparecerá en ningún resumen de prensa sobre lo acontecido este año (fuera de Israel). No merecerá ni siquiera una nota a pie de página en ningún libro de historia, como si nunca hubiese existido. Pero si ha existido.
Ha sido una de las 22 personas asesinadas por el terrorismo palestino durante 2011, pero ha sido algo más que eso.Seguramente tenía el mismo aspecto de la foto la noche del 11 de marzo, cuando dos palestinos irrumpieron en su casa de Itamar.
Asesinaron a cuchilladas a su madre, Rut, de 34 años. Degollaron a su hermano Yoav, de 11 años. Dejaron mortalmente herido a su padre, Udi, de 36. Apuñalaron a su hermano Elad, de 4 años, y lo arrojaron agonizante sobre su padre moribundo como si fuese basura. Cuando llegaron a Hadas, la mataron a puñaladas y finalmente la decapitaron.
Poco después llegaba a su casa su hermana Tamar, de 12 años, obligada a presenciar un escenario dantesco de horror inimaginable, cuya imagen la perseguirá mientras viva pero salvó a sus dos hermanos de la muerte que estaban en una habitación contigua.
Los criminales jamás se arrepintieron de sus crímenes, al contrario. Se mostraron orgullosos.
Al día siguiente la Agencia Palestina de Noticias afirmó que la masacre de la familia Fogel, había sido un "acto heroico y valiente de la Jihad". Hadas Fogel, en su silencioso y confiado sueño plantea alto y claro la pregunta que no se atreven a formular los que acusan a Israel de "bloquear" el "proceso de paz" con los palestinos, y es: ¿que clase de paz se puede acordar con quien considera que decapitar bebés es un acto de heroismo?
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